El reciente “World Economic Outlook”, que semestralmente publica el FMI sobre las previsiones numéricas de la economía global, otorga a México un crecimiento del 3% para este año 2014, después de la inesperada debilidad que mostró en el año anterior.
Parece que se presenta un buen año para la economía mexicana aunque, los más escépticos, afirman que las previsiones del FMI nunca o casi nunca se cumplen, y no les falta razón. Si analizamos el histórico del WEO, como se le conoce al World Economic Outlook, podemos observar que existen continuas correcciones del propio FMI y que los países peor tratados por este indicador insisten en resaltar.
Pero a pesar de los posibles errores numéricos y correcciones, el prestigio internacional del WEO no se ha visto resentido en los últimos años y sigue siendo un indicador de referencia internacional para analistas e inversores. Y es que su valor no radica en su perfil profético, sino en la imagen que proyecta de los diferentes países y las expectativas que genera en el ámbito de la inversión internacional.
El mencionado informe sobre México concluye con buenas expectativas a medio plazo por las reformas económicas llevadas a cabo por el gobierno mexicano, su apertura a la inversión privada en el campo de las telecomunicaciones, y especialmente de la energía e infraestructuras, destacando la Comisión Federal de Electricidad y PEMEX, sus respectivas leyes y reglamentos.
En esta misma línea se ha pronunciado el presidente del país, Enrique Peña Nieto, anunciando el “Programa Nacional de Infraestructuras”. Obras con una inversión total de más de 400.000 millones de euros, desde este año hasta el 2018, cuando concluye su administración. El programa, que ha sido detallado por diversos miembros del gabinete, contempla la ejecución de 743 proyectos de infraestructura, de los que 223 corresponderán al sector de las comunicaciones y transporte, con la construcción de ferrocarriles, modernización de puertos, aeropuertos y la construcción de autopistas.
Lo relevante, por tanto, no es la exactitud de lo cuantitativo, sino la etiqueta que se le asigna a México refrendada por su presidente, de la que se deducen dos implicaciones principales y cuya utilidad se puede contrastar, ya, con la construcción del nuevo aeropuerto en la capital azteca. La primera es el importante interés que ha despertado en las empresas energéticas y constructoras españolas, generadoras de nuevos flujos comerciales para la construcción de proyectos y obras. La segunda, y consecuencia de la anterior, que la ejecución de los contratos de infraestructuras mejorará la insuficiente integración de los puertos y aeropuertos con la cadena logística y sus plataformas, una inmediata reducción de los costes y progresiva desaparición de las barreras al desarrollo del comercio exterior del país, más allá de los bienes industriales que mantiene con Estados Unidos.
A pesar de este enorme potencial de construcción que presenta el país existen especificaciones técnicas y legales para la entrada y comercialización, así como limitaciones en la gestión de los flujos que únicamente un agente de confianza y con experiencia en el país puede determinar y atender con garantías de éxito.
Cuando hablamos del mercado logístico mexicano, quizás su aduana es el órgano más estricto, especialmente con la forma de documentar los formatos oficiales a la importación, como el caso de los documentos que acreditan el origen del importante número de países con los que México tiene tratados comerciales. Su cumplimentación, es conveniente que sea revisada por el agente aduanero en México, previo embarque en el país de origen, para evitar que cualquier error obligue a la mercancía a permanecer en la aduana mexicana hasta su corrección, con los consecuentes costos en demoras y almacenajes. Una forma más recomendable para las empresas con operaciones frecuentes es convertirse en exportador autorizado, reduciendo el trámite a un indicativo numérico en el documento comercial.
Aparte de la emisión de los documentos, quizás también deba exportarse al amparo de una fracción arancelaria concreta, asistido de un agente aduanero en México, pues tendrá que cumplir con alguna de las Normas Oficinales Mexicanas: requisitos técnicos que impone la autoridad mexicana y que deben cumplirse tanto por empresas nacionales como extranjeras.
A los esfuerzos políticos y económicos por parte de lo gobierno del país, deben sumarse la iniciativa privada, fundamental para tramitar y gestionar los cuellos de botella y costes logísticos, que en el caso de las pymes puede llegar a ser el 30 % de todos sus gastos. La consecuencia de estos costes no sólo frena su desarrollo a nivel nacional, sino y especialmente, en los mercados internacionales.
La colaboración con aquellos agentes logísticos del país que mejor conocen la conectividad de los puertos, el transporte y el funcionamiento de las fronteras comerciales, nos ayudará sin ningún tipo de dudas, a la ejecución y aprovechamiento de aquellos proyectos que se desarrollen, potenciando el sector portuario no sólo en su cara Atlántica más utilizada para la mercancía con origen europeo, sino la cara Pacifica, para todos los productos originarios del continente asiático, cuya utilización está muy extendida en el sector construcción y energético.
Una conclusión preliminar es que la inversión y apertura a la competencia de las nuevas infraestructuras de transporte y energía en México, abre unas oportunidades excepcionales a las empresas europeas en esta industria, siempre que exista una regulación adecuada. La adjudicación y entrega de las obras tendrá un doble efecto: la conectividad y ordenamiento territorial del país, que facilitará la realización de nuevos proyectos por un lado, y por otro, la creación de nuevos modelos de gestión alternativos que den certeza y competitividad a la industria mexicana y a los agentes logísticos involucrados.
Estos agentes, logísticos y aduaneros, tienen un gran peso en el amplio margen de competencia que existe para la realización de estos proyectos, mediante el diseño de un sistema de recepción, despacho, transporte y entrega que minimice las posibles discrepancias entre, las infraestructuras disponibles en el país, y los servicios asociados a esta actividad.
Como puede advertirse, México está cambiando, y lo hace a un ritmo que no deja de sorprendernos